viernes, 3 de enero de 2014

Poesía Quechua

Poesía Quechua/Poesía en Quechua

Si hay una divergencia capital sobre la legitimidad de la poesía quechua es si su esencia debe constreñirse a ser enjuiciada sólo a partir de un conocimiento profundo del idioma o si a su reconocimiento le debe preceder una necesaria filiación de la obra original, filiación capaz de excluir toda influencia castellana que implique negación de la posibilidad lírica precolombina como tal. A simple vista, un asunto resumido a semanticidad vs. historicidad, en pos de materialidad. Ambas posturas, la una, arraigada en el purismo etnocentrista, es cómplice involuntaria de la otra: la filiación como pretexto vertebral de la ortodoxia científica filológica y paleográfica, y articulan en su acalorado disenso un espejismo tautológico por sobre la alteridad del lenguaje en tanto actividad creadora.

Ante todo, la poesía quechua existe. Sin una intervención exitosa de la arqueología, es sabido que la ‘filiación’ de cualquier obra lírica quechua es un irrealizable debido a la pérdida irreparable de los archivos incaicos –los khipus (pese a no constituir un sistema de escritura propiamente dicho)– y a la sistemática invisibilización de la lengua general del Perú desde los tiempos de la Conquista por la fuerza y por el prejuicio; una invisibilización apenas combatida por una exigua comunidad de estudiosos de la cultura e idioma quechuas en oposición a lo que más tarde podría pretenderse oficializar como una de las llamadas données, los «hechos dados» de la historia: objetar toda función literaria del idioma y, por ende, ilustración en la cultura quechua.

Aún dando por cierto el hecho de que no había un sistema de escritura, es innegable el desarrollo un “arte verbal” complejo en la cultura incaica, en el que se han encontrado manifestaciones literarias que, dentro de las distinciones occi­dentales, corresponderían a los géneros épico, dramático y lírico; todas ellas profundamente vinculadas a la música. De esa forma, el quechua, específicamente entendido como tradición cultural, como lenguaje, confirma ser actividad cultural infinita al mismo tiempo que forma de cultura y esencia de la misma. Ergo, el idioma y la cultura incaicos existen por sí mismos y su alteridad no requiere mayor reconocimiento oficial que surja del conocimiento moderno. Enquistado, bracea el frenético debate en busca del trazado de una frontera complaciente, a lo más, entre poesía quechua y la poesía en quechua.

¿Tradición oral o literatura verbal?

Hablar de lírica quechua supone necesariamente superar la tesis de que este idioma fuera originalmente tan rudo como primitivo, inapropiado para servir de vehículo a la expresión de la belleza -Jesús Lara dixit. Supone, también, aceptar la carencia "de un estatuto que otorgase una específica autonomía estética a las manifestaciones literarias" precolombinas, a decir de José Miguel Oviedo. El lenguaje poético de la canción y la poesía quechua es un lenguaje en su plenitud funcional. Aún bajo la especial concesión de que fuese implícitamente “arte verbal”, la poética en el quechua obra más allá de los recursos advertibles en los idiomas de occidente merced al conjunto de especiales cualidades que posee el idioma en cuanto a plasticidad y flexibilidad (máxime si el decir en quechua implica una acción gestual propia de lo dicho). Desde esa perspectiva, es imperativo un conocimiento profundo del idioma quechua para acceder a las prestancias sui generis de su espíritu y su poética. Demás está decir que el objeto de estudio no se acomoda al investigador.

Al respecto, Jesús Lara acierta a decir: “la ignorancia del idioma ha sido en todo tiempo un serio obstáculo para un enjuiciamiento razonable del pueblo incaico, principalmente de su cultura”. Y las especiales circunstancias del pueblo y la cultura quechuas no han sido precisamente benignas para el cultivo y la supervivencia de su lírica salvo sino en la tradición oral. Más aún, obras nacidas de la necesidad catequista de La Conquista como las de Antonio Ricardo (Doctrina Cristiana en quichua y aymara, 1548) y Domingo de San Tomás (La Gramática y arte de la lengua general del Perú, 1560), de imperfectas gramáticas y vocabularios insuficientes, fueron publicadas sin pretender ni lograr acercamientos a las cualidades sustantivas del runasimi, sino como un instrumento “inmediato de imposición del señorío de la cruz”. Pálidos intentos como los del Inca Garcilazo de la Vega en sus Comentarios Reales por incluir referencias de literatura incaica tampoco mellan el consenso de las crónicas oficiales. Mucho más valiosa para la tesis oral resulta la información ofrecida por el indígena Concolorcorvo en El lazarillo de Ciegos Caminantes cuando denuncia la idolatría sobreviviente entre los suyos, puesto que ella se conserva en la antigua tradición “por medio de su idioma en cuentos y cantares, como ha sucedido en todo el mundo”.

Arte y literatura quechua

Considero que el esfuerzo por comprobar la literatura quechua como creación auténtica, no implica ir más allá de la impresión que se experimenta ante el poema mismo. Es lo percibido lo hace que gane la sabiduría del conocimiento propio y la aprobación académica no limita su goce. La aprobación académica pierde de vista, por exceso de celo, el efecto multiplicador del recurso de la traducción y la exposición. La cultura de hoy es una cultura de recursos; y es impensable acudir, inclusive, a la excusa de la mala traducción para no cogitarla o negar su sensibilidad y comunicabilidad como arte. Y el arte no subordina su belleza ni a la bondad ni a la verdad.

En ese sentido, si bien el arte surge directamente de las complejidades de la cultura que la produce, la poesía quechua es, llanamente, como literatura verbal –como toda literatura– un genuino acto de libre y generosa transformación de símbolos de importancia personal en símbolos de importancia universal. Lo anterior supone superar también la creencia de que sólo en las sociedades con escritura puede haber literatura. Afirmar lo contrario equivaldría a desconocer la fuerza de la idea que precede a su trascripción. Articular un dogma excluyente del arte vinculado al etnocentrismo equivale a retroceder en la historia. Prefiero, con sencillez, asumir el arte –en este especial caso, la poesía quechua– como expresión de la imaginación humana y su universalización como efecto del acogimiento, y no de un juicio académico oficial, socializado (máxime si las no ambiciones de universalización del poeta originario y de la poesía quechua, por sí misma, han dificultado terriblemente la tarea favorita de los críticos: asignarle un papel en la literatura universal).

Pienso que toda forma de arte celebra legítimamente, con determinación, la vida. Cualquier intento arrogante de invisibilización de la lírica quechua o la lírica en quechua palidece por completo ante el cómo la antropología, la lógica, la psicología y la sociología se entremezclan con lo que hoy intrínsecamente reconocemos como arte.

Como ejemplo, elijo un poema de particular belleza, el wawaki (canto dialogado, se presume entonado en las fiestas de la luna por coros juveniles) “Porque eres estrella”, traducido por Jesús Lara en 1945, en el cual es patente un exquisito manejo del lenguaje.

PORQUE ERES ESTRELLA

Los príncipes
Porque eres estrella
¡Sí!
fulguras de noche,
¡Sí!
pues bajo el fuego del sol
¡Sí!
en vano de busco.

Las princesas
Si soy estrella,
¡No!
abre el corazón
¡No!
y bajo el fuego del sol
¡No!
entorna los ojos.
¡No!

Los príncipes
Sólo a la luz de la luna
¡Sí!
llamarme simulas,
¡Sí!
y cuando me acerco
¡Sí!
te truecas en nieve.
¡Sí!

Las princesas
Y al llamarte simulo
¡No!
presuroso acude,
¡No!
si me trueco en nieve
¡No!
échame tu fuego.

Los príncipes
Si me crees rocío,
¡No!
tus labios acércame.
¡No!
Aunque sea un desatino,
¡No!
no pierdas mi rastro.
¡No!

Como Jorge Luis Borges, me siento honrado por la literatura que alcancé a leer y al respecto de la poesía quechua, tengo una poderosa razón personal para eximirme, al promoverla, de acudir a cualquier justificativo etnocentrista, filológico, o de crítica artística reivindicatoria. Simplemente hago mías las palabras de William Gass: “Mi objetivo particular es que sea amada porque es bella en sí misma”.

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